Los investigadores científicos siempre tuvieron dificultades para confirmar los resultados de su trabajo: aunque el haya salvado miles de vidas, los méritos de Ignac Semmelweis solamente fue reconocidos varios años después de su muerte.
Nico Zardo
En la mitad del siglo XIX, una mujer pobre que iba a dar luz en el centro médico de la universidad de Allgemeines Krankenhaus - el mejor hospital de Viena y tal vez del mundo - enfrentaba un terrible dilema: ¿Dónde ella debería ser internada en la Primera o en la Segunda División ala de la Maternidad? En el hospital según las estadísticas precisas indicaban que en la Primera División, dirigida por el Dr. Klein y asistida constantemente por los alumnos de Obstetricia, el porcentaje de muertes era superior al 10%, mientras que en la Segunda División, dirigida por el Dr. Bartch, todas las mujeres eran asistidas por parteras, y el porcentaje de muerte era de 1%..
Para las mujeres de la rica burguesía, ese problema no existía, porque ellas podían pagar el parto en casa, pero para las mujeres más pobres, el miedo de escoger era muy real.El Comité Imperial, encargado de proporcionar aclaraciones sobre la cuestión en mayo de 1846, no había llegado a conclusiones significativas, y la verdad era que la medicina aún estaba fuertemente basada en los principios que analizaban al paciente como un conjunto, y los métodos de análisis de enfermedades que podrían ligar síntomas a los órganos o tejidos enfermos estaban apenas dando sus primeros pasos, debido a la actuación de algunos médicos. Las causas de la fiebre puerperal indicadas en la época eran tan vagas y fantasiosas: era atribuida al deterioro de la leche materna, la miasma venenosa, a la influencia cosmo-telúricas. Básicamente, poco se sabía sobre el origen de la enfermedad, tampoco, nada se sabía sobre los posibles remedios.
La fama de la excelencia científica de allgemeines Krakenhaus estaba asociada a la presencia de médicos como Karl von Rokitansky, profesor de la asignatura de Anatomía Patológica desde 1844: por medio de exámenes post mortem precisos de todos los pacientes que murieron en el hospital, él asumió un estudio sistemático de las enfermedades, clasificándolas y organizando esos datos para uso en diagnósticos; Josef Škoda, profesor de Ciencias Clínicas, dio continuidad a los estudios de físico francés René Laënnec (inventor del estetoscopio en 1816), perfeccionando los procedimientos diagnósticos que se sustentan en la "palpación" y en la "auscultación" de los órganos (se descubrió que dando un golpecito con el dedo estirado de la mano y presionando el tórax podía dar pistas audibles sobre la normalidad de los pulmones) y Ferdinand von Hebra, cuja contribución para crear las bases de la dermatología moderna fue decisiva. Y así en varios campos de la medicina, el hospital de Viena estaba en la línea de frente con el conocimiento y con la calidad de servicios, la obstetricia - tradicionalmente, administrada por parteras - estaba recién comenzado debido al interés de los médicos que surgió en la mitad del siglo XIX, de escuelas específicas en el hospital Hôtel-de-Dieu de Paris y en Rotonda de Dublín.
En febrero de 1846, en un contexto de grande ebullición científica y social, Ignac Semmelweis, cirujano y obstetra, comenzó a colaborar con la Primera División de Obstetricia de Allgemeines Krankenhaus y, con el apoyo de Rokitansky, obtiene experiencia considerable disecando cadáveres de mujeres que murieron debido a las enfermedades ginecológicas. En marzo de 1847, él pasó a ser asistente del Dr. Joann Klein, director de la Primera División, Semmelweis, debido al tiempo de trabajo que realizó en la ala de la maternidad del hospital de Dublín, así como también por su conocimiento y labor en los problemas específicos vinculados a la fiebre puerperal.
Nacido en buda, hungría, en 1818 en una próspera familia de dueños de mercerías, él se graduó en 1844 con una tesis sobre la vida de las plantas. De estatura mediana, físico robusto, ojos azules, él comenzó a perder sus cabellos rubios muy joven. Simpatizante de los separatistas húngaros, él era conocido por su semblante alegre y animado que hacía sonreír a sus colegas, mismo cuando se burlaban de él por causa de su acento alemán específico, que era motivo de burla tanto en Viena cuanto en Buda. Desde el comienzo de su cargo, Semmelweis dedicó todas sus energías trabajando en el ala y en las necropsias de las mujeres que habían muerto de fiebre puerperal. Había tantos casos de esa enfermedad en la Primera División y en la mesa de la morgue que médicos visitantes de todas partes de Europa venían a verlos.
En la ausencia de causas aparentes, todas las posibles causas de enfermedad eran examinadas. Entre ellas, se creía que el sonido de una campanilla que anunciaba la llegada del pastor que ordenaba la extremaunción de la fase terminal de las mujeres y eso creaba una condición de desespero trágico para las otras pacientes. Semmelweis, percibió que ese efecto fuertemente negativo de aquel ritual, solicitó que fuese realizado de forma más discreta. La presencia de diferentes tipos de cuidadores - los médicos por un lado y parteras del otro lado - llevó a la convicción de que la simple presencia de obstetras hombres afectaba la discreción de la mujer en el trabajo del parto, causando alteraciones patológicas que le podrían causar la muerte. Esas consideraciones tentaban de justificar con la alta incidencia de enfermedades en la Primera División, pero no podría responder al hecho de que, constantemente, hombres obstetras hacían partos de las futuras madres de la alta sociedad en su propia casa, en estos casos, los episodios de fiebre puerperal eran muy raros. Para el director Johann Klein y sus empleados, la fiebre puerperal era resultado de algún tipo de influencia no específica que estaba más sobre la Primera División que en la Segunda, contra el cual, ellos se autoproclamaban indefensos e inocentes.
Aunque él estaba en el comienzo de su carrera, Semmelweis sabia que ninguna de las explicaciones ofrecidas eran sustentables. Internar mujeres jóvenes y saludables en los lechos de la Primera División, verlas como se enfermaban y luego morían delante de sus ojos en apenas algunos días era perturbador demás para él y juró en encontrar una forma de acabar con esa matanza.
Él se sentía personalmente responsable por el bienestar de las mujeres llevadas a la Primera División: él comenzó a buscar informaciones en bibliotecas, en las salas de disecación y en los lechos de las pacientes. Él comparó las opiniones de los ingleses, partidarios de la teoría de contagio, con las de sus adversarios. Estudio las pruebas - o la falta de ellas - sobre las diferentes teorías que se referían al origen del problema que eran sustentadas, como las cosmo-telúricas o sustentadas en la interpretación de las autopsias.
Elaborando los datos de ésta investigación y considerando el objetivo y las observaciones verificables, él consiguió dar una forma a los diferentes aspectos del problema presente en Allgemeines Krankenhaus.
Los resultados de éste trabajo se articulaban en diferentes observaciones:
• cada una de las dos Divisiones del hospital contaba con un promedio de 3.000-3.500 nacimientos al año. En la Primera División, donde los médicos y alumnos de medicina trabajaban, de 600 a 700 madres morían de fiebre puerperal, mientras que en la Segunda División, administrada por parteras y aspirantes a parteras, había un total de 60 muertes.
• las estadísticas mostraban que no había relación entre la mortalidad de las mujeres y el clima.
• interdicciones temporales de la Primera División causaban interrupción en las muertes y las mujeres que daban a luz en la otra ala no habían enfermas;
• un bebe nacido de una mujer contaminada que moría de fiebre puerperal, generalmente, el bebe moría de una fiebre similar de la madre.
Esos hechos demostraban que el origen de la fiebre puerperal no tenía nada a ver con una epidemia o con miasmas. Y que la causa anormal del número de muertes debía ser descubierta dentro de la Primera División del hospital.
La clave para comprender el misterio que ocurre a Semmelweis de manera súbita y dramática. En marzo de 1847, el Doctor Jakob Kolletschka, un grande amigo de él, murió de una infección causada por una herida accidental causada en un dedo con un cuchillo de uno de sus alumnos, mientras él hacía una autopsia médico legal. Cuando su cuerpo fue disecado, los órganos y tejidos presentaban anormalidades muy similares de las mujeres muertas por la fiebre puerperal. Después de leer los resultados de la autopsia, fue así Semmelweis que describió el momento de su descubrimiento:
"Todo indica muy claro para mí que la fiebre puerperal, la enfermedad fatal de los recién nacidos y la enfermedad del Profesor Kolletschka era una sola y la misma, porque todas ellas consisten patológicamente de las mismas alteraciones anatómicas. Por lo tanto, en el caso del Profesor Kolletschka, la sepsia general (contaminación de sangre) surgió de la inoculación de partículas del cadáver, entonces la fiebre puerperal debe tener la misma fuente. Ahora, es necesario saber a partir de donde y por qué medios las partículas del cadáver pútrido son introducidos en el caso de las parturientes. El hecho es que la fuente de transmisión de las partículas de los cadáveres se encuentra en las manos de los alumnos y en los médicos de guardia".
El origen de la "enfermedad" era clara: ella era transmitida a través de las manos de los alumnos y de los médicos que llegaban a la Primera División después de haber trabajado en la sala de disecación, donde habían examinado cadáveres de mujeres que habían muerto recientemente de fiebre puerperal. Porque parecía no haber motivo de lavar las manos - a no ser que superficialmente - o para cambiarse de ropas antes de entrar en la Primera División, pues ellos no hacían ninguna de esas cosas. Ellos llevaban consigo la materia invisible que pasaba directamente de su fuente para las mujeres en el trabajo de parto. Apenas con una intuición, Semmelweis había identificado la naturaleza de la fiebre puerperal y encontrada una forma de evitarla. Y después de solicitar al personal de salud, antes de entrar en la Primera División y antes de hacer un parto de una mujer, que lavasen las manos con cloruro líquido diluido, generalmente, usado para eliminar olores de material pútrido, en pocas semanas la tasa de mortalidad cayó para 3% y en el año siguiente, fue reducida para más de 1%.
Esos resultados, que deberían de causar elogios e interés en la comunidad médico-científica, causaran resentimiento e envidia. Su condición de húngaro extranjero (simpatizante del movimiento Irrendentista en su país) y actitud fuertemente determinada a solicitar la aplicación de nuevas normas higiénicas fueron consideradas ofensivas por el equipo y por el director Klein, que no renovó su contrato. Estaba muy claro que el descubrimiento de Semmelweis fue de difícil aceptación para todos los médicos que, debido a su comportamiento, habían causado la muerte de tantas mujeres. Las pruebas de contaminación bacteriana fue dada a Pasteur apenas en 1864 y, antes de eso, los descubrimientos de Semmelweis fueron desmerecidas y las muertes volvieron a suceder en números alarmantes.
Tras retornar a Hungría, Semmelweis aplicó los resultados de sus teorías en el hospital San Rocco, en Pest, obteniendo resultados positivos en el caso de la fiebre puerperal. Las intenciones de mostrar la calidad de sus resultados con material escrito y conferencias no dieron resultado en la comunidad científica que, en su mayoría, se oponían a él. Esa situación afecto la personalidad y la mente de Semmelweis tan profundamente que él fue internado en un manicomio, donde murió en1865. Año después, la obra de Louis Pasteur y Joseph Lister, inventor de la antisepsia, probó la calidad de las intuiciones de Semmelweis. Reconociendo sus méritos, la ciudad de Budapest, en el año de 1900, levantó un monumento y una estatua en su memoria y dedicó a la Clínica de Obstetricia de la Universidad.