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Ciudades “apestosas”

El siglo XIX comienza con la celebración del triunfo del poder de vapor y culmina con los milagros de la electricidad. Pero, no obstante, éste nuevo conocimiento ha permitido la extracción de más recursos del ambiente natural y las nuevas tecnologías dieron la oportunidad de construir una arquitectura impresionante, puentes osados, buques de grande porte, las mejoras del bienestar individual para la población fueron modestas.

Nico Zardo


En los años de 1800, las condiciones higiénicas en las capitales europeas se expandían muy rápida y aleatoriamente pasaron por varios períodos críticos, al punto de ser definidas como las ciudades apestosas. “En los primeros treinta años del siglo, la población de Londres casi dobló llegando a 1 millón y medio y en los veinte años siguientes, siguió aumentando a otro 1 millón más.

Con esa población aglomerada y alojada en su mayoría en barrios pobres, con la filosofía actual de laissez-faire, y con la apatía que se refiere con relación al higiene, en todos los niveles sociales, el padrón de saneamiento de la ciudad quedó muy abajo al ser comparado con las ciudades del pueblo que no contaban con sistema de saneamiento y acantarillados”1. !En aquellos años, la tasa de mortalidad en Gran Bretaña en niños menores con 5 años de edad era de 24% en el pueblo y llegaba a 48% en las ciudades!


EN 1832, UNA EPIDEMIA DE CÓLERA ATACA PARIS Y LONDRES.

La bacteria originalmente, surgió en India y que sobrevivió fuera del cuerpo humano, en las aguas contaminadas, causando miles de muertes. Aunque sin saber las causas reales, la epidemia fue asociada al mal olor de la materia orgánica en descomposición, típico de las condiciones higiénicas y sanitarias de las primeras ciudades industriales (teoría miasmática).

En 1794, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Paris, fue creado el Departamento de Higiene bajo la dirección de Jean Noël Hallé, el “primer médico” de Napoleón y fervoroso defensor de las vacunas. En el comienzo del siglo XIX, la higiene mundial parecía haber asumido un significado diferente: “Higiene” no es más solamente un término para calificar la salud (“hygeinos”, en griego, significa “aquel que es saludable”), pero el conjunto de características y conocimientos para favorecer su mantenimiento se transformado en una materia especial en la medicina. Esto es cuerpo de conocimiento y no un simple término calificativo físico”.


EL PRIMER CUARTO DEL SIGLO XIX contempla una rica producción de teorías y estudios que apoyan la calidad de salud de una limpieza corporal apropiada, pero básicamente de dejar de lado la creencia de tomar baño.

En su trabajo “Manuel théorique et pratique d’hygiène”, (Paris, 1827), J. Morin escribe: “Los individuos que toman baños por una cuestión de capricho se debilitan en partes que no debería, perdiendo la tonicidad”. F. Foy en su “Manuel d’hygiéne” (1844) dice: “Un número excesivo de baños es estresante, sobre todo cuando se trata de un baño muy caliente”3. Una fuerte desconfianza acerca del baño nace del pudor de encontrarse a sí mismo sólo con su cuerpo y el miedo de esa situación puede inducir malos pensamientos, al punto de aquellas personas, especialmente, que hacían parte de las estructuras religiosas, tomasen baño de camisa.

Por otro lado, en su informe “Un estudio acerca de las Condiciones Sanitarias de la Población trabajadora de Gran Bretaña” de 1842, Edwin Chadwick, fervoroso defensor de la teoría miasmática, defendió que la mejora de las condiciones de salud y saneamiento de la clase operaria debe ser de interés del Estado, porque la productividad del trabajo aumentaría (pocas ausencias) y así como también se disminuiría la cantidad de personas enfermas apoyadas por el presupuesto público”.


EN 1854, LA CÓLERA RETORNA Y ATERRORIZA A LA POBLACIÓN DE LONDRES, debido a la muerte de 10.000 personas. En ese período, a través de un trabajo meticuloso hecho por el médico John Snow, y a pesar de la indiferencia de muchos, fue encontrada con la relación directa entre una fuente contaminada por un desagüe, la epidemia fue encontrada. Pero, solamente durante el “Gran hedor” de 1858, el Parlamento de Westminster percibió la gravedad de la situación - debido a los factores que contribuían para eso: el calor, la seca y las condiciones del Río Támesis que se había convertido en un desaguadero a cielo abierto. En tan solamente 18 días, bajo la amenaza de insoportables miasmas, el Parlamento aprobó el proyecto colosal sometido por el ingeniero Joseph Bazalgette que propuso direccionar todo el sistema de aguas servidas de Londres hacia una red subterránea. La obra visionaria de Bazalgette (¡130 kilómetros de conductos y 2.100 kilómetros de alcantarillados!) fue finalizada en 1875, que no solamente distanció la cólera de la ciudad (la epidemia de 1866 afectó solamente áreas que aún no estaban conectadas al nuevo sistema), pero debido al tamaño duplicado de los conductos fueron benéficos, eso posibilitó a los futuros habitante en poder usar la mayor parte del sistema de alcantarillado original hasta hoy. La experiencia de Londres constituyese un ejemplo para las otras ciudades europeas.


“UNA GRANDE FÁBRICA DE PUTREFACCIÓN, en la cual la pobreza, la peste y la enfermedad trabajan en armonía, y donde escasamente entraba el aire y la luz del sol”. De esa forma que el filósofo Victor Considerant (1808-1893) describía a Paris en la mitad del siglo XIX, donde la mayoría de las estructuras urbanas permanecía siendo aquella de las ciudades medievales, mientras que la población era atraída por el sueño de mejorar su condición de vida, triplicó de 500.000 para un millón y medio de personas. Dos tercios de los habitantes vivían en barrios decrépitos en los límites de la vecindad - y otros más abajo - del nivel de pobreza. “Las aguas servidas casi siempre llegaban hasta las fosas que eran periódicamente desocupadas por los llamados vidangeurs (‘basureros’), con todos los problemas que eso implicaba: los desechos que eran derramos al llenar a los contenedores y del mal olor que era horrible. El sistema de alcantarillado, a pesar de había sido renovada y ampliada, justamente después de 1830 por el prefecto de la región de Sena, Charles de Rambuteau, fue insuficiente y cualquier tipo de escasez de agua disponible para los habitantes (era retirada del Sena, en el medio de la ciudad), pues eso no permitía su funcionamiento adecuado”.

Las epidemias devastadoras de 1832 y 1849 causaron una tasa de mortalidad muy alta en la capital francesa, especialmente, en los distritos más pobres: casi el 5% de la población fue afectada.


EN 1853, NAPOLEÓN III, tras admirar las excelentes obras hechas en Londres, confió a George Eugène Haussmann la realización de una profunda renovación urbana que pudiese resaltar el esplendor del Imperio. Las palabras claves eran: Aérer, unifier, embellir (airear, unificar, embellecer). Airear para eliminar los terribles miasmas que afectaban la población, eliminando los barrios medievales degradados y construyendo acueductos y sistemas de alcantarillado. Unificar a través de la construcción de calles (¡los famosos boulevards!) que fácilmente unirían las diversas partes de la ciudad. Embellecer con monumentos libres como el Louvre y la Catedral de Notre Dame de los distritos deteriorados que los cercaban y la construcción de nuevos edificios como la Opera Garnier o la creación de áreas verdes calificadas como jardines equipados y la plantación de árboles a lo largo de las nuevas anchas avenidas ventiladas. Aprovechando la oportunidad de las obras de excavación para la construcción de nuevas avenidas, 600 kilómetros de nuevos canales y tubería fueron creados bajo la dirección de Eugène Belgrand, el ingeniero responsable por el sistema de la red hidráulica. Eran canales muy largos, de 2,30 metros de largo y 1,30 metros de ancho, que colectaban el agua de la lluvia, industrial y doméstica (pero, inicialmente, no contenía las fosas) y permitían que los trabajadores entrasen en ellos para hacer su mantenimiento. “En 1868, cuando la red comenzó a funcionar y las aguas servidas no eran más vertidas en el Sena, se dijo que las aguas de Paris estaban más limpias que las del río Támesis, el punto de referencia en las obras de recuperación de las ciudades apestosas”.


PERO EN AMBAS CAPITALES, EL PROBLEMA NO FUE COMPLETAMENTE RESUELTO: APENAS HABÍA SIDO TRANSFERIDO.

En Londres, los recolectores de aguas servidas eran vertidos en el rio sin que ellas fuesen tratadas, y justamente a treinta kilómetros río abajo de la capital.

La población creciente y el progreso de las actividades industriales alrededor de Támesis, sin embargo, se hicieron aquel vertido masivo algo crítico, dando origen a discusiones y protestos. Qué se debería hacer con esas aguas servidas y cómo ser tratadas se convirtió en un problema que mantuvo a Joseph Bazalgette jefe de la Junta Metropolitana de Obrasen en buscar una solución que tardo largos años.

Una escuela de pensamientos cuyo “profeta” era Justus von Liebig, famoso químico alemán (aquel que invento el caldo de carne en cubo!) creía que descargando las aguas servidas a través de los colectores, podría ser usado como fertilizante para recomponer los nutrientes naturales substraídos del suelo. Pero, desde que fue anunciado éste problema a la Junta Metropolitana de Obras, las publicó para conceder la preciosa materia a los emprendedores privados para el uso agrícola, cosa que no dio ninguna solución concreta, el problema fue resuelto a través de un método primitivo de purificación.

Compuestos químicos eran vertidos en las aguas servidas, la parte sólida se depositaría en el fondo de los tanques y luego descargadas hacía el mar, mientras que la porción de residuos líquidos era limpiada lo suficiente para luego ser descargado en el río.


PARIS, TAMBIÉN, COMPROBÓ EL GRANDE HEDOR.

En el verano de 1880, la red de alcantarillados de Haussmann y Belgrad ya funcionaba durante algunos años, los acueductos habían aumentado mucho la disponibilidad del agua, pero la mayoría de las fosas - extremadamente sobrecargadas por causa de la popularización de los baños - no estaba conectada a la red de alcantarillado. Por las noches, los vidangeurs (basureros) recogían las aguas servidas de las fosas provenientes de las casas y luego transportados, donde la parte de residuo líquido era descargada en los ríos y la parte sólida erapuesta para ser secada, transformándose en una poudrette y vendida como fertilizante. Y todo eso con base en la convicción popular de que la ciudad debería devolver al campo las sustancias recibidas a través de la comida.

La combinación del calor, el mal funcionamiento de las fosas, los líquidos que los vidangeurs (basureros) derramaban debido a la oscuridad de la noche, el grande acumulo de residuo sólido que era dejado para ser secado en los canales pequeños a lo largo de las carreteras, generaron un olor tan apestoso que la red de agua servida necesitaba ser radicalmente reproyectada. En 1894, considerando la enésima epidemia de cólera de dos años antes, el prefecto de la región de Sena, Eugène Poubelle (¡promotor de los contenedores de basura!) decretó que la conexión con la red de alcantarillado era obligatorio y que todas las fosas deberían ser eliminadas (una operación que fue concluida, solamente en 1930).


SI, POR UN LADO ES LA REORGANIZACIÓN URBANA Y LA CREACIÓN DE UNA RED DE AGUA Y SISTEMA DE SANEAMIENTO resultarían en mejoras significativas las condiciones de higiene, el nacimiento de la microbiología (en el siglo XVII con Robert Hook y gracias al microscopio de Antoni van Leeuwenhoek) posibilitó la mejora y el combate a la bacteria responsable por las epidemias que acompañaron al hombre por casi diez mil años, cuya causa era atribuida a los miasmas de los alcantarillados, a la venganza divina o simplemente a una tragedia del destino. En 1796, las vacunas del médico inglés Edward Jenner comenzaron una batalla positiva contra la viruela. Centro: Retrato de Louis Pasteur; un recolector de aguas servidas en Paris debajo boulevard Sébastopol, en un grabado que aparece en la revista Monde Illustré em 1858 ; “Grands Boulevards” en una pintura hecha por P.A. Renoir. A la derecha: Una persona trabajando en los alcantarillados de Londres, equipado para hacer las inspecciones, 1952. ¡En 1850, en los hospitales de Viena, las instituciones del húngaro Ignàc Semmelweis, corroboraron por las fuertes estadísticas, que tuvieron éxito en establecer una relación entre el alto número de muertes por fiebre puerperal con los médicos que... no lavaban sus manos!


EL TRABAJO DE LOUIS PASTEUR FUE UN FACTOR DETERMINANTE: Científicamente fue demostrado que los gérmenes no nacen espontáneamente, él repudio definitivamente las convicciones engañosas de la “generación espontánea” de vida. Su trabajo fue perfeccionado por Robert Koch, que descubrió la micro-bacteria que causaba la tuberculosis y la cólera. Durante la última década del siglo, se realizaron grandes progresos, cambiando profundamente la relación entre el individuo y la higiene: Dmitri Ivanovsky identificó la existencia del virus (en 1892), Alexandre Yersin descubrió la bacteria que causaba la peste (en 1894) y Walter Reed, en 1900, hace evidencias que los mosquitos son causadores de la fiebre amarilla.


LA IDENTIFICACIÓN DE LA BACTERIA, UN ENEMIGO INVISIBLE, PERO SIN DUDA PELIGROSO, favorece la actuación de las medidas de defensa, como la pasteurización, por ejemplo, hervir la leche y otros alimentos para matar los gérmenes. “El agua potable no es definida porque es fresca y clara, pero si cuando es bacteriológicamente pura, algo que ahora, se puede verificar rápidamente. Fueron divulgadas por toda la sociedad, las prácticas de, por ejemplo, como lavarse las manos y cepillarse los dientes y tener un cuidado más general con el cuerpo, ropas y ambientes donde se vive. Nuevos jabones, detergentes, desinfectantes, desodorantes y cremas fueron lanzados y anunciados continuos dentro de un sistema industrial que exploraba con habilidades los cambios culturales, las nuevas necesidades y las nuevas modas, para atender la creciente demanda de productos de higiene que serán fabricados y vendidos masivamente por todo el planeta”.

El camino para mejorar la calidad de vida a través de la adopción de una higiene es cada vez perfeccionada que no acabó, pero la batalla contra las ciudades apestosas ha sido ganada.

  • Una joven de Venecia retratada en 1831, antes y después de haber contraído la cólera
  • Una caricatura hecha por S. Knights, que retrata los miembros del Consejo Central de Salud de Londres, durante la epidemia de la cólera de 1832.
  • Foto de Joseph Bazalgette, el ingeniero que proyectó y construyó la red de alcantarillado de Londres.
  • Una caricatura publicada en 1858 por la revista Punch, que describe el río Támesis altamente contaminado
  • Un retrato de Napoleón III hecho por F. X. Winterhalter en 1855.
  • Retrato de Louis Pasteur
  • un recolector de aguas servidas en Paris debajo boulevard Sébastopol, en un grabado que aparece en la revista Monde Illustré em 1858
  • Una persona trabajando en los alcantarillados de Londres, equipado para hacer las inspecciones, 1952.
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